lunes, abril 14, 2008

Naci en un pueblo abandonado


Nací en un pueblo hoy abandonado. En España llevan la estadística de 3600 pueblos abandonados en la última década. En Chile, no sabemos.

Qué es lo que ha sucedido desde el sentido humano?...que pasó con nuestras historias?...que pasó con los sentimientos y amores allí vividos?...Pueblos donde había seres humanos. Donde estaba mi casa, mi escuela mi cancha.

El proceso económico hace que lugares, no productos, dejen de ser viables. Una destrucción sistemática la comunidad donde nací.

Seremos capaces de volver a construir nuevamente el concepto de comunidad y establecer los lazos de la solidaridad?

Nací en una tierra de lagos y volcanes. Mi padre hizo patria e hizo el camino de acceso. Hoy ya tiene 77 años. No quiere volver a ver más la nieve.
Nieve bajo la cual tuvo a sus tres hijos, yo el menor.


Mi patio fue un frondoso bosque que hoy poco a poco se recupera.

Mi casa y la de mis amigos entrañables no existen. Hoy solo hay espacios, mosaicos de algo parecido a una pradera en un fragmentado bosque de robles, raulíes y coigues.

Las calles donde aprendí a andar en bicicleta. La cancha en donde hice las cicatrices que aún mantengo en mis rodillas. El mirador desde donde tirabamos terrones de tierra a las camionetas que viajaban raudas por el camino pavimentado.

La escuela hoy es un espacio abierto, plano y sucio. La pulpería (tienda de abarrotes donde pulpeaban o robaban) es solo cimiento y cemento. Ya ni la carnicería del tio carloncho o la verdulería de don josé ni la peluquería de don ...no recuerdo el nombre...ya no existen.

En lo alto de estos cerros yo ví al viejito pascuero. Mi padre nos sacaba a pasear antes de las 8 de la noche y mientras mi madre acomodaba los juguetes el nos indicaba al cielo donde iba el viejo pascuero. Y yo le ví. Y yo le escuché. Y yo le agradecí.


Hoy el bosque tupido y pristino es una mezcla de praderas y troncos quemados. En esa tierra de huemules recuerdo la sorpresa de mis padres cuando llegabamos a casa de noche y una silueta de venado arrancaba detrás de los columpios.

Y mi madre una noche rezándome y dictando el mismo rito que repito con mis hijos hoy, con sorpresa exclamaba a mi padre que un puma había saltado la cerca. Una silueta negra decía. Enorme. Y de un salto pasó a la casa del Pablo Herrera.

Hoy esos bosques ya no existen.

Quizás siento una deuda que yo debo saldar, con mis hijos.

Vuelvo a mi pueblo, donde nací.

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