domingo, abril 23, 2006

De Santiago a las Animas de Achibueno


Achibueno es un río en la cordillera de los Andes de Linares.

Hace poco tiempo que había logrado arrancar de una pega de oficina en Santiago, la capital de Chile. A un animal de regiones como yo, el cemento le hacía mal, la contaminación, la falta de tiempo para la familia, la falta de naturaleza.

Recuerdo que vivía en un departamento en un primer piso. A veces, con nostalgia salía a tomarme una piscolita al jardín (pisco con coca cola). De fondo, el ruido de cientos de autos que pasaban por una ancha avenida de noche, de regreso a casa o de ida al carrete santaguino.
Yo recordando el entrañable sur y la cordillera.

No se si era el efecto de la piscola, pero cerraba los ojos y me imaginaba que el sonido de los cientos de autos de la avenida era el sonido de un río en la cordillera de los andes del sur. El sonido era muy parecido.

Algunos años después, me tocó viajar a la cordillera de los andes, subiendo por un río llamado achibueno, pasando más allá de donde llegaban los vehículos. De monte oscuro, pasando por las mulas y las animas.

Las animas era un estero que abría todo un cajón cordillerano hacia el norte. El paisaje era impresionantemente hemroso.

Pero lo que más me sorprendió fue encontarme con un grupo de gringas que veraneaban en la zona. Una Chilena que estudiaba en California había invitado a unas compañeras, una de San Francisco, una checa y no recuerdo el resto. La madre de la chilena era Canadiense y había comprado una tierras en el lugar, para fabricarse su propio santuario.

La jóven chilena estudiaba ecología del paisaje en la universidad de california y tenía un interesante proyecto ecológico y educacional.

Un día me invitaron a un asado de chivo, preparado por manos arrieras, con un buen vino gato negro en caja, una agradable fogata y una conversación entrañable.

De fondo, es sonido del estero las ánimas, que bajaba frío desde los graciares el toro cuellar.

La noche cada vez más fría. Bajo unos coigues y cipreses de la cordillera el vino estaba cada vez más sabroso y escaso. Y en un minuto apareció una piscola.

No se si fue el efecto de la piscola, pero cuando cerré los ojos y escuché el sonido del estero las animas bajando para encontrarse con el río Achibueno, me imaginé una noche de años atrás y el sonido de los autos que iban y venían hacia y desde sus casas...

...recién había cortado los lazos...había vuelto a hacer patria...había regresado a mi cordillera entrañable...estaba en casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermosa historia pero, la cada vez más fuerte necesidad de energía eléctrica pone en peligro este lugar. Actualmente, es muy difícil hacer valorar los recursos naturales por sobre esta necesidad, que está avalada por el poder económico de las empresas que serán las principales beneficiadas por este tipo de proyectos.
Para todos los que conocemos y valoramos el lugar será como si nos hicieran una herida imposible de sanar. Ya no basta con disfrutar, ahora hay que proteger.