lunes, mayo 01, 2006

De mi madre...


Cuando falleció mi madre en el 2001, en un breve plazo ocurrieron procesos de aprendizaje que la vida entera no hubiera logrado sin ese acontecimieto tan fuerte.

Estuvo en un coma de 12 días, período en el cual, un ser, al que solía conversarle de lo simple, sin hablar de trabajo, agradecerle los platos de fin de semana sabroso, el acompañamiento y amor indescriptible e incondicional para con sus nietos, mis hijos.

Pero en esos 12 días ese ser estaba frío, ido. Un sonido monótono de un ventilador mecánico y un pito que marcaba las pulsaciones y arritmias, era lo único que nos decía a mi familia y a mi que mi madre seguía con vida.

Todos sabemos que vamos a morir, pero nunca lo pensamos. Así como se fue mi madre se irá mi padre, mis hijos y yo. Pero, ¿por qué nunca pensamos en ello?. Sobre el sentido que tiene la muerte y el sentido que tiene la vida con la muerte.

Un amigo me decía en esos días, que cuando su madre murió, lo que más le dolía era no poder completar sus proyectos personales para con ella. No poder ver completados sus propios proyectos para esa abuela y sus nietos. No poder seguir compartiendo los buenos momentos con ella.

Y a mi me pasaba lo mismo, en esos días afuera de la UTI de ese hospital.

Un día antes que falleciera, luego de hablarle en las mañanas, medios días y tardes, al oido, de acariciar sus cabellos como nunca lo había hecho, de recordarle que me recordaba de cada detalle de mi infancia donde ella marcó la presencia maternal, protectora, orientadora. Le dije:

"...mami...hoy día el patambito caminó...dió tres pasitos..." y luego de 11 días de inamobilidad absoluta, de un silencio mudo, de un frío intenso...

...ella botó una lágrima...

Si bien yo sabía que era posible que me escuchara, si bien los médicos y doctorados en neurocirugía nos decían que tenía muerte cerebral a esa altura, para mi esa lágrima me confirmó que mi madre ahí estaba más allá de ese cuerpo material helado...

La capacidad de escuchar cientas de frases y lagrimear frente a una de ellas, más que un reflejo que me decía la enfermera allí, era el signo de que todo lo escuchaba, todo lo entendía y que aún controlaba las órdenes que le daba al cerebro para reaccionar según dijera el alma.

Al día siguiente decidió morir. No sin antes haber escuchado lo que cada uno de sus hijos, nietos, sobrinos queridos y esposo le tenían que decir, que le tenían guardado, de amores, te quieros, perdones y gracias...Para todos esa lágrima fue la señal de que podian ser escuchados y perdonados, de decir te quiero y gracias...de poder decir adios...

De eso se trataba la vida...para poder seguir viviendo y muriendo bastaban los te quieros, perdones y gracias necesarias para partir...en paz.

Si bien con mi adios no he vuelto a comunicarme con ella, para otros familiares les fue más dificil perder ese contacto, hasta hace un poco tiempo atrás a mi padre le acariciaba sus cabellos cada noche antes de dormir y se le presentaba en sueños a mi hermana. Mi padre empezó a practicas tai-chi y reiki y de seguro que le sirvió para mantener esas energías y canales abiertos para con ella.

Pero sin duda que después de 40 años juntos les faltaba despedirse aún más.

Cuántas veces no hablamos del cuerpo y el alma, pero cuán abstracto son esos conceptos. Si mi madre no era esa materia revestida de piel en cama y en coma. Mi madre era felicidad y ternura, era dama de rojo del hospital y de lila, era solidaridad. También la viejita mañosa que se sentía cuando no le apreciaban sus gestos.

Cada uno de nosotros es lo que parece frente al resto, de lo que recordamos, por lo que nos recuerdan. Más allá de la apariencia, las ropas y colores que nos revistan. Somos frases recordadas. Somos actitudes recordadas. Somos energías recordadas.

Nunca conversé del medio ambiente con mi madre, ni de conservación, dudé que me hubiera entendido en mi volón, pero ahora estoy seguro que ella guía buena parte de mis acciones, junto a otros que la apoyan.

Siento que en mis luchas por conservar, alguienes sin cuerpo me ayudan. Escucho frases de mañana que me orientan en lo que viene del día, sin recordarlo luego al despertar. Me adelantan hechos y me preparan para ellos. Y he podido hacer más así.

Unos pudieran decirme que es mi inconciente, otros que serán mis angeles guardianes, otros mis espíritus guías, otros una mente esquizofrénica con visos de paranoia, y para mi será mi madre y sus nuevos compañeros.

La conservación del medio ambiente habla de planificar a largo plazo, trabajar pensando incluso en los que aún no existen, ¡qué acto más desprendido!. Será acaso para los mismos que deben volver a aprender a este planeta nuevamente. Será que una vez muertos nos toca la espera para volver a cubrirnos de otros ropajes, y lo que le hagamos a otros seres no humanos, nos lo haremos también a nosotros mismos?.

Cuál es su sentido de la vida sin la muerte si no es para aprender, madurar y crecer. De legar.

Crecer del dolor, del error. Del reconocimiento de ambos.

Conversando de Conservar surge como idea de un acto que pudo haber sido azar, de un amigo que me propone empezar a escribir, de esos que dan buenos consejos y que estuvo esos doce días junto a su esposa en el hall del hospital...

Desde la muerte de mi madre que entiendo que nada ocurre por azar, que todo tiene un sentido en la vida, que las cosas pasan delante de nuestros ojos y somos libres de tomarlas como una alternativa de crecimiento o no, pero están puestas allí.

Una amiga católica le llama a esto: "hechos providenciales".

No sé por qué escribí esto en este blog al terminar el día, a lo mejor alguien necesitaba leerlo, no lo sé. A lo mejor yo necesitaba escribirlo.

buenas noches...!!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme recordar lo efimero de nuestra existencia y el llamado implicito a gozar de la vida!

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme recordar lo efimero de nuestra existencia y el llamado implicito a gozar de la vida!

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme recordar lo efimero de nuestra existencia y el llamado implicito a gozar de la vida!